Algo tan simple como proponernos vender una casa puede resultar complicado si no tenemos la información y la experiencia suficientes para llevarlo a cabo. Para evitarnos quebraderos de cabeza innecesarios, tenemos la figura del intermediario inmobiliario.
Tener un intermediario inmobiliario supone una serie de ventajas para llevar a cabo la venta de un inmueble de forma satisfactoria, además de que el cliente está asesorado en todo momento desde el primer momento, también resulta útil para efectuar los trámites correspondientes.
Un intermediario inmobiliario no es simplemente un vendedor, sino que se trata de un profesional que conoce el mercado y que se interesa por las necesidades de su cliente para asesorarle de forma individual y personalizada durante todo el proceso.
Para llevar a cabo esta gestión, el cliente firma un contrato de intermediación inmobiliaria en el que se establecen las condiciones, derechos y obligaciones para que la compraventa se realice convenientemente.
Básicamente, este contrato consiste en un documento en el que se especifica que una de las partes (el agente inmobiliario) se encarga de buscar compradores para el inmueble que está en venta. Una vez que tenemos esto claro y que sabemos que el agente no es un representante legal sino un intermediario, hay que dejar claro el tema de los honorarios para las tres partes implicadas: comprador, vendedor y agente.
Para evitar problemas y / o malentendidos a lo largo de todo el proceso, lo ideal es ponerse en manos de un profesional legal que se encargue de elaborar el contrato de intermediación inmobiliaria.
Teniendo en cuenta que la recuperación inmobiliaria es un hecho, igualmente podemos afirmar que el sector inmobiliario está cambiando. Los clientes cada vez exigen más y quieren contar con la ayuda de los expertos para que les ofrezcan un servicio de calidad y para ello la intermediación inmobiliaria se postula como una opción cada vez más demandada por parte de los clientes.